viernes, 6 de septiembre de 2013

La cama sucia






















Me encontré mi libreta y este poema un poco viejito:



Nos despertamos temprano,
el sol apenas nacía,
y la habitación se llenaba de una luz azul que sólo he visto aquí.

Después de llenarme de su semen,
instantáneamente se volteó,
para no saber nada de mi.

Me sentí arrumbada,
atropellada por sus caricias,
porque, por más que uno esté cansado,
siempre quedan fuerzas para un abrazo;
aunque sea un beso,
aunque sea un susurro mudo,
o un aliento de satisfacción.

Y yo sé,
que si no le hubiese comentado nada,
él no estaría acariciando mi muslo,
con su ternura innata.

Pero yo le enseñé,
que así podía reparar sus errores sobre mí:
con una caricia,
con un beso;
porque yo no pido más a cambio,
él no ha aprendido a decirme perdón,
tampoco a repararme de un modo menos doloroso.

Y a veces sólo quiero que se acuerde de mi,
para no sentirme como una almohada más,
violada por él,
desposeída de su amor.



Anais Ferrer

No hay comentarios:

Publicar un comentario